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Las ramas tiritan. Las tiesas ramas crepitan.

sábado, 17 de agosto de 2013

Tartufo o los impostores

 

Un director de teatro convoca a varios actores, entre ellos una estrella del espectáculo, para dar vida al Tartufo de Moliére en clave contemporánea. Ése es sencillamente el punto de partida de Tartufo o los impostores (Compañía Filodramática de Socorros Mutuos, Tucumán). Lo que sucede, en sí, es complejo de explicar. Moliére desaparece y da lugar, digamos, a Pirandello. Una enfebrecida muestra del teatro dentro del teatro copa la escena y con sigilosos rasguños la “meta-teatralidad” acaba a impresionando al espectador formoseño que, para nada ajeno a los dispositivos de montaje, aplaude de pie una obra cuyas intenciones no han tenido que declararse abiertamente, ni descifrarse sus procedimientos.

“¿Vive Moliére?”, es ése el miedo mayor pero Moliére se nos devuelve vivificado, potenciado. Nuestra duda también acompaña a esta obra. ¿Están haciendo Moliére? La pregunta nos asedia porque, al fin de cuentas, la versión tucumana discute las posibilidades escénicas de Tartufo, y hacen de la discusión un espectáculo. La obra es el retrato vivo de los grupos humanos como interacciones que buscan dar un sentido a un texto que los busca (y es el texto de Moliére y de los miles de lectores de Moliére durante siglos).

El de los impostores es un Tartufo actualizado y para nada banal. Ni un humor chabacano, ni tampoco el efecto hilarante de retratar tipejos pueblerinos para estirar a la risa. Los tipos aparecen, pero en tanto representaciones sociales que los actores llevan internalizados. ¿Qué significa esto? Que el único tipo claramente identificable para el espectador es el artista, el divo, el auto-vindicado genio.

El humor se recrea en la mirada del espectador, la obra lo conduce críticamente a la cocina, al proceso de construcción, inclusión u omisión de esos tipos. Tartufo o los impostores escenifica el proceso de opción que opera entre los artistas sobre una estética u otra, un estilo u otro, una poética u otra. Los actores contienden con el director por imponer sus personajes, el director, absorbido por la disputa, participa del circo de sus estrellas, dejándose manipular, lanzado a una práctica creadora imparable, erótica. La obra vehiculiza una reflexión: la fuerza creadora, dinámica, del teatro, no permite a un solo hombre decidir qué poner en el espacio, la escena compromete los cuerpos y las voluntades ajenas que traman físicamente el drama.

Oscilando entre la sobreactuación de un teatro de comedia clásica, y la sobriedad excesiva de una representación moderna –rayana al cine negro–, Tartufo… nos da testimonio de una transición, la etapa que el espectador nunca ve sobre las tablas, el flujo creativo en carne viva, con sus divagaciones, ramificaciones, dudas, deseos, planteos, pruebas, intentonas fallidas, descartes, y selecciones. Plantea también la lectura y relectura de las obras, el rol de cada receptor sobre un texto, su contaminación personal.

A estos aspectos se suman el debate por el conocimiento en torno al auditorio, la imposición o no del ego por sobre el disfrute del público, la ruptura de las convenciones, el límite entre lo sublime y lo ridículo.

Aguantemos la respiración antes de analizar matemáticamente las energías, planos, direcciones, que se intervienen en el mismo espacio. Porque la historia de Tartufo… no se agota en ese vaivén de proyecciones del libreto en la puesta en escena, sino que recibe la intromisión natural de las instituciones. El nombre del Subsecretario de Cultura vociferado gratuitamente en honor a su mecenazgo, y la condición suprema de aludir al Bicentenario para ganar un subsidio, generan una reacción automáticamente superada, en tiempos en los que portar una bandera u otra en procura de un sustento financiero no significan vulneración ni desgaste alguno.

La Compañía Filodramática de Socorros Mutuos, con esta obra pone al público en un espacio de meta-reflexión, de observación distanciada de los artificios del teatro, desde sus técnicas, sus convicciones estéticas y políticas, pasando por sus conveniencias y el entramado de actitudes que caracterizan a todo grupo humano. Se escenifica el teatro como una instancia creativa propiciada por artistas pero también por gestores y políticas, acomodos e intereses. Ya no hablamos de un espectador al que se le exhiben las dificultades del proceso creativo, sino que además se le estimulan las sospechas acerca de los temas y alusiones que pudieran advertirse en el fondo del acontecimiento artístico. Tartufo o los impostores reconoce un espectador crítico, un ciudadano cualquiera que reconoce en el teatro un discurso, una manera de hacer hacia la cual convergen innumerables intereses. Forma una mirada a través del humor. No es, como pudiera creerse, una obra para especialistas en teatro. Es quizá una obra para ofrecer a la suspicacia del vecino común las conspiraciones artístico-políticas que ciertas fuerzas ejercen sobre arte teatral.

 

FICHA TÉCNICA
 
TARTUFO O LOS IMPOSTORES
Puesta en escena el 15 de Agosto de 2013
Lugar: Teatro de la Ciudad (Formosa)
9° Festival Internacional del Teatro de la Integración y el Reconocimiento

Actúan: Vanesa Barrionuevo, Gloria Berbuc, Gabriel Carreras, Andrés D’andrea, Guillermo Montilla Santillán, Ricardo Podazza
Diseño de vestuario: Sergio Gatica
Puesta en escena: Pablo Parolo
Dirección: Pablo Parolo

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