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Las ramas tiritan. Las tiesas ramas crepitan.

sábado, 30 de noviembre de 2013

TANTALIA. EL MUNDO ES DE INSPIRACIÓN TANTÁLICA [Macedonio Fernández]

 

Primer momento: El cuidador de una plantita.

Él acaba por convencerse de que su sentimentalidad, aptitud de simpatía, que viene desde tiempo luchando por recuperar, está agotada, y en los sufrimientos de este descubrimiento cavila y halla por fin que quizá el cuidado de una plantita endeble, de una mínima vida, de lo más necesitado de cariño, debiera ser el comienzo de la reeducación de su sentimentalidad.

Ocurre que pocos días después de esta meditación y proyectos en suspenso, Ella, sin sospechar tales cavilaciones pero movida por una aprensión vaga del empobrecimiento afectivo en él, le envía por regalo una plantita de trébol.

Él resuelve adoptarla para iniciar el procedimiento entrevisto. La cuida con entusiasmo durante un tiempo y cada vez más se percata de la infinidad de atenciones y protecciones, expuestas a un descuido fatal, exigidas para la seguridad de la vida por un ser tan débil, al que un gato, una helada, un golpe, sed, calor, viento, amenazan. Se siente intimidado por la posibilidad de verla morirse un día por mínimo descuido; pero no es sólo el temor de perderla para su cariño, sino que conversando con Ella, cavilosos como todos los que están en la pasión, y más cuando en esa pasión uno decae, llegan a la obsesión de que exista algún nexo de destinos entre el vivir de la plantita y su vivir o el de su amor. Fue Ella la que un día vino a decirle que ese trébol fuera el símbolo del vivir del amor.

Empiezan a temer que la plantita muera y muera así, uno u otro, y lo que es más: el amor, única muerte que hay. Se ven sucesivamente, meditando en coloquios, creciendo el pavor a que se ven sujetos. Deciden entonces anular la identidad reconocible de esta plantita para que, eludiendo el mal presagio de matarla, nada haya identificable en el mundo a cuyo existir esté supeditada la vida y amor de ellos; y al par así, sitúanse en la asegurada ignorancia de no saber nunca si aquel existir vegetal que tan singularmente se había hecho parte en las vicisitudes de una pasión humana, se muere o vive. Resuelven, entonces, de noche, en un paraje no reconocible para ellos, perderla en un vasto trebolar.


Segundo momento: Identidad de una mata de trébol.


Pero la excitación que iba creciendo desde algún tiempo en Él, y el desencanto de ambos por haber tenido que renunciar a la comenzada tentativa de reeducación de su sensibilidad y al hábito y cariño de cuidar a la plantita que alboreaba en Él, se traduce en un acto oculto que realiza al retorno de esa labor de olvidación en las sombras. En el trayecto, sin que lo advirtiera de fijo pero con algún pulso de zozobra en Ella, sin embargo, Él se inclinó y cogió otra mata de trébol.

—¿Qué hacés?

—Nada.

Ambos se separaron al amanecer, quedando en Ella algo de sobresalto, en ambos el alivio de no reconocerse ya dependientes del vivir simbólico de esa plantita, y en ambos también la pavura que nos viene de todas las situaciones de lo irreparable, cuando acabamos de crear un imposible cualquiera, como en este caso el imposible de saber jamás si vivía y cuál era la plantita que fuera al principio obsequio de amor.


Tercer momento: El torturador de un trébol.


“Por múltiples modos y males me veo sin placeres ni de inteligencia o arte ni sensuales, que se brindan en torno. Me voy quedando sordo habiendo sido la música mi mayor goce; los largos paseos entre los cercos se hacen imposibles por mil detalles de decadencia fisiológica. Y así en las demás cosas…

“Esta plantita de trébol ha sido elegida por mí para el Dolor, entre otras muchas; ¡elegida! ¡pobrecita! Veré si puedo hacerle un mundo de Dolor. Si su Inocencia y su Tortura llegan a tanto que estalle algo en el Ser, en la Universalidad, que clame y logre la Nada para ella y para el todo, la Cesación, pues el mundo es tal que no hay siquiera muerte individual; el cesar del Todo o la eternidad inexorable para todos. La única cesación inteligible es la del Todo; la particular de que el que ha sentido una vez cese de sentir, quedando existente, cesado él, la restante realidad, es una contradicción verbal, una concepción imposible.

“Elegida entre millares, te tocó a ti serlo, serlo para el Dolor. Aún no; ¡desde mañana seré contigo un artista en Dolor!

“Durante tres días, sesenta, setenta horas el viento del verano estuvo constante oscilando dentro de un corto ángulo, fue y volvió de un acento y de una dirección a una pequeña variante de acento y dirección; y la puerta de mi habitación retenida en su batir entre el quicio y una silla que puse para acortar su oscilar, batía sin cesar, y el postigo de mi ventana golpeaba también sin cesar sometido al viento. Sesenta, setenta horas la hoja de la puerta y el postigo cediendo minuto a minuto a su distinta presión, y yo al par, sentado o columpiándome en la silla de hamaca.

“Parece entonces que yo me dije: esto es la Eternidad. Parece que fue por esto que veía yo, por esa formulación de hastío, de no sentido de las cosas, de no finalidad, de todo es lo mismo, dolor, placer, crueldad, bondad, que hubo nacido el pensamiento de hacerme el torturador de una plantita.

“Ensayaré —me repetía— sin intentar ya amar de nuevo, torturar lo más endeble e indefenso, la forma más mansa y herible de la vida: seré el torturador de esta plantita. Esta es la pobrecita elegida entre miles para soportar mi ingenio y empeño torturador. Ya que cuando fue mi ánimo hacer la felicidad de un trébol tuve que renunciar al intento y desterrarlo de mí bajo sentencia de irreconocibilidad, el péndulo de mi pervertida y descalabrada voluntad transporté al otro extremo, surgiendo de súbito en una mutación opuesta, en el malquerer, y alumbró prestamente la idea de martirizar la inocencia y orfandad a fin de obtener el suicidio del Cosmos por vergüenza de que en su seno prosperara una escena tan repulsiva y cobarde. ¡Al fin y al cabo, el Cosmos también me ha creado a mí!

“Yo niego la Muerte, no hay la Muerte aún como ocultación de un ser para otro, cuando para ellos hubo el todo amor; y no la niego solamente como muerte para sí mismo. Si no hay la muerte de quien sintió una vez, ¿por qué no ha de haber el dejar de ser total, aniquilamiento del Todo? Tú sí eres posible, Cesación eterna. En ti nos guareceríamos todos los que no creemos en la muerte y no estamos tampoco conformes con el ser, con la vida. Y creo que el Deseo puede llegar a obrar directamente, sin mediación de nuestro cuerpo, sobre el Cosmos, que la Fe puede mover montañas; creo yo aunque nadie otro creyera.

“No puedo reavivar el lacerante recuerdo de la vida de dolor que sistematicé, ingeniándome cada día en nuevos modos crueles para hacerla padecer sin matarla.

“Como por sobre ascuas tendrá que decir que la colocaba todos los días próxima e intocada de los rayos del sol y tenía la prolijidad de crueldad de alejarla con el avanzar de la mancha del sol. Apenas la regaba para que no muriera y en cambio la rodeaba de recipientes de agua y había inventado fieles rumores de lluvia y lloviznas vecinas que no llegaban a refrescarla. Tentar y no dar… El mundo es una mesa tendida de la Tentación con infinitos embarazos interpuestos y no menor variedad de estorbos que de cosas brindadas. El mundo es de inspiración tantálica: despliegue de un inmenso hacerse desear que se llama Cosmos, o mejor: la Tentación. Todo lo que desea un trébol y todo lo que desea un hombre le es brindado y negado. Yo también pensé: tienta y niega. Mi consigna interior, mi tantalismo, era buscar las exquisitas condiciones máximas de sufrimiento sin tocar a la vida, procurando al contrario la vida más plena, la sensibilidad más viva y excitada para el padecer. Y logré que en esto el dolor de privación tantálica la estremeciera. Mas no podía mirarla ni tocarla; me vencía de repulsión mi propia obra; (cuando la arranqué, en aquella noche tan negra a mi espíritu, no miré hacia donde estaba y su contacto me fue por demás odioso). El rumor de lluvia sin alcanzarle su húmedo frescor hacíala retorcerse. ¡Vergüenza!

“¡Elegida entre millones para un destino de martirio! ¡Elegida! ¡Pobrecita! ¡Oh!, tu Dolor ha de saltar el mundo. Cuando te arranqué ya estabas elegida por mi ansia de atormentar.”


Cuarto momento: El amigo.


Vemos a su amigo Luis entrar a su habitación; y en el centro de ésta detenerse, pálido y hurgando todo en torno con la mirada, agitado.

—Venía a sacarte de aquí para distracción. Pero me he sentido aquí amenazado con un sufrir súbito. ¿Es que aumenta tu malestar?

Él, sentado como pasaba las horas espiando a la plantita reseca y helada entre él y la ventana, separada de la lluvia y del rayo de sol que unos días u otros podían regarla o calentarla, contestó:

—Como siempre.

Agitándose, Luis gritó:

—¿Pero quién sufre aquí? ¡Qué destrozarse, qué agonizar! Me voy a respirar.

Él, avergonzado, rojo de rubor, quedó retorciéndose. Exclamaba, mirando por donde partía Luis: Feliz de él, feliz, feliz.


Quinto momento: Nuevo sonreír.


La fórmula radical, íntima, de lo que él estaba haciendo miserablemente, era la ambición y ansiedad de lograr el reemplazo por la Nada de la Totalidad, de todo lo que hay, lo que hubo, lo que es, de toda la Realidad material y espiritual. Creía que el Cosmos, lo Real, no podría soportar mucho tiempo, avergonzándose de albergar en su ámbito una escena tal de tortura ejercida sobre un primer eslabón de lo viviente más frágil, por el mayor poder y dotación de lo viviente. ¡El hombre tiranizando un trébol! ¡Era para eso que había advenido el Hombre!

La irritación de lo rehusado después de ofrecido enloquece de perversidad a un hombre de máximo pensamiento. De ahí el martirio cobarde, el repugnante complacimiento del mayor poder en una alevosía a un mínimo existir.

Su pensamiento sabía la igual posibilidad de la Nada y el Ser, y creía inteligible y posible una sustitución del Todo-Ser por la Todo-Nada. Él, como el máximo de la Conciencia de Vida, como hombre y hombre excepcional en dotes, era quien podría en un refinamiento último de pensamiento haber hallado el resorte, el talismán que podría determinar la opción del Ser por la Nada; opción o reemplazo o “empujamiento afuera” del Ser por la Nada. Porque verdaderamente, dígaseme si no es así, si no es cierto que no hay elemento alguno mental que pueda decidir que la Nada o el Ser difieran en su posibilidad de darse en grado alguno; si no es totalmente posible que se diera la Nada en lugar del Ser. Esto es cierto, evidente, porque el mundo es o no es, pero si es, es causalístico, y así su cesación, su no ser es causable, aunque el resorte buscado no determinara la cesación del Ser, quizá otro la determinaría… Si el darse el Mundo o la Nada son de absoluta igual posibilidad, en este equilibrio o balanza de Ser y Nada, una brizna, una gota de rocío, un suspiro, un deseo, una idea, pueden tener eficacia para precipitar la alternativa de un Mundo de Ser a un Mundo de No-Ser.

Vendría un día el Salvador-de-Ser…

(Yo lo digo comentando, teorizando lo que él hizo, pero no soy Él)

Pero Ella vino un día:

—Dime, ¿qué hiciste aquella noche, porque yo sentí el opaco rumor de un desenraizar de matita, el sonido de la tierra que apaga el arrancar de una tierna raíz ¿Eso es lo que yo oí?

¡Y entonces: Él se sintió de nuevo en su natural después de una larga peregrinación tras de respuesta, y se echó a llorar en brazos de Ella y la amó de nuevo, inmensamente, como antes! Era un llanto que hacía diez o doce años no lograba derramarse, que hinchaba su corazón, que había querido hacer estallar el mundo, y al serle recordado el gritito, el murmullo abismante del dolorcillo vegetal, de pequeña raíz arrancada, ¡fue eso! lo que necesitó su naturaleza para que el llanto, desbordándose, lavara su ser todo y lo volviera a los días de su plenitud de amor… Un gritito sofocado de raíz doliente entre la tierra, así como pudo decidir hacia el No-Ser toda la Realidad, pudo entonces cambiar toda la vida de Él.

Yo lo creo. Y lo que cree todo el mundo es mucho más de lo que nuestro creer en esto —¿quién se mide en el creer?—; no me digáis, pues, absurdo temerario en el creer. Cualquier mujer cree que la vida del amado puede depender del marchitarse del clavel que le diera si el amado descuida ponerlo en agua en el vaso que ella le regaló otrora. Toda madre cree que el hijo que parte con su “bendición” ya protegido de males. Toda mujer cree que lo que reza con fervor puede sobre los destinos. Todo-es-posible es mi creencia. Así, pues.

Yo lo creo.

No me engaña el verbiario hinchado del plácido ideario de muchos metafísicos, con sus juicios fundados en juicios. Un Hecho, un hecho que enloquezca de humillación, de horror, al Secreto, al Ser-Misterio, el martirio de la Inocencia Vegetal por la máxima personalización de la Conciencia: el Hombre, por el máximo poder no mecánico. Un hecho tal, sin necesidad de verificación, meramente concebido por una conciencia humana, creo que puede estremecer hacia el No-Ser todo lo que es.

Concebido está; luego la Cesación está potencialmente causada; podemos esperarla. Pero la milagrosa re-creación de amor concebida al par por el autor, batallará quizá con aquélla o triunfará más tarde después de realizado el No-Ser. En verdad el continuo psicológico conciencial es una serie de cesaciones y re-creaciones más que un continuo.

Los he visto amarse otra vez; pero no puedo mirarlo a él o escucharlo sin súbito horror. Ojalá nunca me hubiera hecho su terrible confesión.-

miércoles, 9 de octubre de 2013

4 Microrrelatos

 

EL FRANCOTIRADOR [Armando Macchia]

Todos los días, mientras esperaba el ómnibus, un niño me apuntaba desde un balcón con el dedo, y gatillaba como un rito su arma imaginaria, gritándome “¡bang, bang!”. Un día, solo por seguirle el rutinario juego, también yo le apunté con mi dedo, gritándole “¡bang, bang!”. El niño cayó a la calle como fulminado. Salí corriendo hacia él, y vi que entreabría sus ojitos y me miraba aturdido. Desesperado le dije “pero yo solo repetí lo mismo que tú me hacías a mí”. Entonces me respondió compungido: “sí señor, pero yo no tiraba a matar”.

EL VIEJO PACIENTE [Daniel Moreau]

El viejo paciente me dijo que nunca abriese el armario. "Hay un tigre allí y si lo haces nos devorará a los dos", dijo. Como celador, parte de mi trabajo es seguir la corriente a nuestros pacientes, así que acaté los deseos del anciano. Cuando murió, meses más tarde, metí en una bolsa sus escasas posesiones. El armario, sin embargo, lo dejé. Yo también había imaginado las rayas del tigre, los dientes como cuchillas, los bigotes como alambres y los ojos luminiscentes. Me lo imaginé paseándose hacia adelante y hacia atrás dentro del armario esperando a abalanzarse sobre la primera persona lo suficientemente tonta como para abrirlo.

UN OJO [Tarek Emam]

Una vez, encontré un ojo tirado en una de las calles, uno real. Incluso cuando me incliné y lo cogí suavemente toqué sus lágrimas. Todavía era capaz de ver un ojo ciertamente diferente de los ojos sinceros esparcidos por las aceras de El Cairo. Continué llevándolo con cuidado para no reventarlo, buscando a alguien para regalárselo. Le estaba mirando de reojo, y lo vi contemplando la ciudad derrotada, sin rostro que mira con él, sin un vecino que le acompaña para ver junto a él. Al final- se me cansó la palma atenta y cargada con él – lo apreté violentamente, hasta que sentí que el mundo se oscureció ante él. En este día en especial, conocí a mucha gente que lo perdieron todo, excepto sus ojos, y sólo en casa, me acordé de que un día, perdí un ojo.

LA LIBERTAD [Yinon Tal]

La libertad, pregunté y no percibí respuesta.
Abandoné la casa y salí a navegar.
Pregunté dirigiéndome a los peces:
—¿Qué es la libertad?— Y se mantuvo el silencio.
Atravesé continentes, peiné bosques intrincados, intentando obtenerlo de todas las criaturas inteligentes. Consideré, pregunté… Tratando de hallar la información pero fracasé, se equivocaron los bosques, paso en falso en la misión. Entré a las cuevas del desierto, pregunté a mamíferos, aves e insectos. Interrogué a bichos y reptiles-insectos alimañas “a toda clase de alimentos prohibidos.” Afirmaban que esta era una pregunta difícil. Pasé por Reinos grandiosos y lejanos. Pregunté a Reyes y a Plebeyos a Afligidos y Danzarines a Salteadores y a Honestos.
Ninguno me dio una respuesta. Al cruzar el umbral de acceso, al llegar a mi casa llegue a una reflexión en mi paradigma: La libertad se inicia cuando se renuncia a preguntar por ella y finaliza cuando ensanchamos la pregunta.


Los microrrelatos anteriores, fueron seleccionados como ganadores del

III Concurso Internacional de Microrrelatos Fundación César Egido Serrano - Museo de la Palabra.

Fuente: MuseoDeLaPalabra.es

lunes, 7 de octubre de 2013

16º CONCURSO NACIONAL DE OBRAS DE TEATRO 2013 - DRAMATURGIA REGIONAL

INSTITUTO NACIONAL DEL TEATRO

REGLAMENTO

Con el objetivo de fomentar la creación de textos teatrales de temática local y de promocionar a los autores pertenecientes a cada una de las regiones del país, el Instituto Nacional del Teatro –organismo que se encuentra dentro de la órbita de la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación- convoca al 16º CONCURSO NACIONAL DE OBRAS DE TEATRO 2013 - DRAMATURGIA REGIONAL, dirigido a autores argentinos residentes, y que se implementará en forma simultánea en las seis regiones, a saber:

Región Centro: Prov. de Buenos Aires y CABA.

Región Centro-Litoral: Prov. de Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba.

Región NEA: Prov. de Formosa, Chaco, Misiones y Corrientes.

Región NOA: Prov. de Catamarca, Jujuy, Salta, Santiago del Estero y Tucumán.

Región Nuevo Cuyo: Prov. de Mendoza, La Rioja, San Luis y San Juan.

Región Patagonia: Prov. de Neuquén, La Pampa, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego.

MEGAFON O LA GUERRA

BASES

1º - Podrán participar todos los argentinos nativos o extranjeros con más de dos (2) años de residencia comprobable en su región.

2º - Los participantes no podrán enviar más de una obra. Cada obra podrá ser escrita por más de un autor. No podrán participar autores inhabilitados por el INT

3º - Los textos presentados no tendrán limitaciones temáticas o de propuestas estéticas.

4º - Las obras presentadas deberán ser inéditas y no estrenadas.

5º - Las obras deberán presentarse por triplicado, con una extensión no menor a 15 carillas, escritas a doble espacio, impresas en una sola cara de papel A4, tipografía Times New Roman, cuerpo 12, encuadernadas o anilladas. En la primera hoja deberá constar: nombre de la obra y seudónimo elegido.

6º - El o los autores adjuntarán un sobre cerrado en cuyo exterior figurará el título de la obra, el seudónimo elegido y la Región a la que pertenece. En el interior deberá constar, con carácter de declaración jurada, bajo firma: datos completos reales del autor o autores, domicilio y un breve currículum. También, podrá incluir el comprobante de inscripción de la obra en el Registro Nacional de Propiedad Intelectual.

7º - Cada participante se responsabiliza tanto por la veracidad de los datos como por la autoría de la obra presentada. Ante cualquier impugnación que surgiera al respecto, el INT queda excluido de cualquier responsabilidad legal, correspondiendo a cada participante afrontar la misma a título personal.

8º - La convocatoria se abre el día 20 de septiembre de 2013 y cierra, indefectiblemente, el día 20 de noviembre de 2013. El Instituto Nacional del Teatro dará a conocer el resultado de la selección durante el mes de marzo de 2014.

9º - Los textos se enviarán por correo, consignándose en el envío: “Instituto Nacional del Teatro” “16º CONCURSO NACIONAL DE OBRAS DE TEATRO 2013 - DRAMATURGIA REGIONAL” a la representación provincial del Instituto Nacional del Teatro correspondiente.

10º - El Instituto Nacional del Teatro no se responsabiliza por pérdidas o extravíos de obras eventualmente remitidas por correo postal.

11º - Se considerará como válida la fecha de matasellos de correo que se atenga al plazo estipulado, aún cuando la obra hubiese sido recibida con posterioridad a la fecha de cierre de recepción.

12º - El jurado estará integrado por tres (3) personalidades relevantes de la actividad teatral de nuestro país, elegidas por el Consejo de Dirección del INT, a propuesta del Consejo Editorial de INTEATRO.

13º - Atendiendo a la calidad artística se seleccionarán 2 (dos) textos en cada Región. No se podrá declarar desierto ningún premio.

14º - El Instituto Nacional del Teatro distinguirá en cada una de las Regiones:

1º Premio: CATORCE MIL PESOS ($14.000.-)

2º Premio: SEIS MIL PESOS ($6.000.-)

Las obras premiadas de todo el país serán publicadas por la Editorial INTEATRO en el mismo volumen.

15º - Los ganadores ceden los derechos de publicación de sus obras premiadas al Instituto Nacional del Teatro en los formatos gráfico, digital u otro que éste determine, para la distribución gratuita, sin otra compensación adicional.

16º - Las obras enviadas no serán devueltas. El Jurado podrá sugerir obras destacadas a ser incorporadas en la Biblioteca digital que funciona en la página WEB del Instituto Nacional del Teatro.

17º - El fallo del Jurado será inapelable. Cualquier situación no prevista en el presente Reglamento será dirimida por el Consejo de Dirección del INT.-

 

FUENTE: www.inteatro.gov.ar

jueves, 3 de octubre de 2013

LEOPOLDO MARECHAL [suplemento Cultura – Clarín - 11/06/2000]

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EL BANQUETE DEL OLVIDO Y DE LA GLORIA. Estas son algunas páginas de un suplemento perdido que encontré sobre un homenaje a Leopoldo Marechal. Es del diario Clarín del año 2000. Creo que las notas no están en ninguna parte. Es un buen documento de archivo. Quedan pendientes dos páginas, en proceso. Para aprovechar.

 

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viernes, 13 de septiembre de 2013

Carta a la obtusa (o razonamiento hermenéutico-antropológico- teosófico destinado a probar por qué tu música es una mierda y la mía no)

por Mario CAPARRA

Querida Obtusa.

                                  Intentaré ser breve.
Tuviste conmigo una agria disputa en que expresaste tu desagrado y asco hacia los rockeros, hacia el rock, hacia la cultura del rock. Te escribo porque necesito explicarte una cosita. El rock, para nosotros, en aquellos años, no era sólo un ritmito musical. Era una cuestión de pertenencia. Y era también -en ese momento no lo sabíamos, ahora sí-, el grito del último formato artesanal en los tiempos de masificación moderna, el esfuerzo (romántico, si querés, quimérico, utópico) por producir algo auténtico, novedoso y creativo con las propias manos si fuera necesario. No teníamos mercado: había que crearlo. Había que imaginar un mundo que todavía no había, dibujar algo que no había aún.


Ahora bien. Vos te matás con Arjona, Cristian Cacastro, Cheién. Todo bien, pero yo te aviso: todas esas bazofias que vos escuchás son nocivas para el cuerpo humano. Y tengo 4800 argumentos para demostrarte que lo son. La mayoría de mis objeciones son literarias. Pero también musicales. Creo que ésta es la más importante: cuando una propuesta artística no representa ningún desafío (ni en la forma de los significantes ni en las conductas del receptor), no es propuesta ni mucho menos artística. Tus referentes jamás provocan: cuentan con espacios asegurados de antemano, espacios en las discográficas, espacios en los medios, en los suplementos de las revistas para señoras aburridas como vos –porque además tienen su target muy definido, te diste cuenta de eso ¿no? ¿O te parecen casuales todas esas apelaciones a las señoras de las cuatro décadas que miran su pasado menstrual con añoranza y sanguinolenta melancolía? Es como la mitad de la Matrix, te dicen exactamente lo que vos querés oír, sus canciones son como placebos: grageas para opas.


Y no me vuelvas con esa necedad de “son gustos, es cuestión de gustos”. “Cada cual tiene sus gustos”, ¿qué clase de argumento es ese? Eso es, más bien, querida obtusa, el grado cero del razonamiento y mejor aún, la condición misma de su imposibilidad. Cuando alguien le dice a su circunstancial oponente “Ah, son gustos, es así, sobre gustos no hay nada escrito”, comete al menos tres errores:


Uno- antropológico: es cierto que los gustos son así pero también es cierto que pueden cambiar. Lo abierto puede cerrarse y lo cerrado abrirse. La condición humana lo prueba a cada instante y la vida misma despliega sus ejemplos, aquí y allá.


Dos- histórico: no es cierto que no haya escrito. Desde Aristóteles hasta Beatriz Sarlo pasando por Kant, Bourdieu o Baudrillard hay mucho, muchiiiiiiiiiiiiiísimo, escrito sobre gustos.


Y por último, tres- lo más importante. Yo tengo argumentos para defender mis gustos, vos no. Por eso tu lengua impaciente prefiere el arrebato al razonamiento, el alarido a la reflexión. Pero hay otro inconveniente: el alarido no parece buena argumentación. ¿Vos te acordás cuando en mayo o junio te dije que me preocupaban esas dos alumnas del quinto? ¿Las que siempre parecen estar enojadas con el mundo y con cara de traste a prueba de balas? ¿Las que siempre resuelven todos los conflictos encogiéndose de hombros, puteando con trazo grueso y arrojando víboras por la boca, sin filtro, sin límites, sin orientación? Bueno. El alarido es el signo (puramente sensoriomotriz, es decir, preverbal) de la irreflexión, es el patoterismo por otros medios. O sea: vos no estás tan alejada de esas señoritas.


Pero permitime ir, todavía, más allá. Si esas cápsulas de patoterismo juvenil escucharan Deep Purple, Foo Fighters o Divididos en lugar de Marco Antonio, Agaforris o Culisueltas, tal vez serían menos violentas. Porque, te comento, el buen rock enseña y siempre enseñó a moverse dentro de los contornos muy amplios de la imaginación (ahora se dice polisemia, pensamiento lateral, inteligencia emocional). Cuando abierto, el buen arte supone una incitación y una invitación a la fantasía, a la creatividad, y esos valores están en las antípodas del superfervor de la violencia. ¿A vos te parece que podrían aprender todos esos valores con Ricky Martin, Ricardo Ascona o Cheién? ¿En qué canciones (o en qué parte de su propuesta estética general) vos lo percibís, me lo podrías decir?


Todo esto para decirte que somos también lo que elegimos. Y lo que descartamos. Que el cuerpo posible acompaña al cuerpo real como la sombra al objeto iluminado. Que esto que te digo sobre el rock nacional y esos viejitos que vos despreciás -Spinetta, Charly, Fito, nada menos: la Santísima Trinidad del Rock nacional- también puede aplicarse a cualquier artista serio, que haya elegido el camino de la poesía, el compromiso digno y la autenticidad. Hay semillas de Bob Dylan en Juan Quintero, hay un fraseo hondo a lo Zitarrosa presente en Liliana Herrero, hay muchísimo de Yupanqui, Chango Farías Gomez o Piazzolla en Spinetta, en Fito o en Serú. Te perdiste, ya lo sé. No lo podrías entender. La madera está en el palito y el palito en la madera. En lo que a mí respecta, despreciar esos artistas sería despreciarme a mí. Como mear para arriba.


Hay un argumento del periodista Orlando Barone (seguro lo conocés, es panelista de un programa que vos odiás). Dice –yo lo escuché repetirlo varias veces- que “cuando ve lo que hay del otro lado (se refiere al magma altisonante y destemplado de la oposición), se convence de ser kirchnerista, se convence de que debe apoyar este modelo”. Nunca estuve muy seguro de que ese argumento fuera compacto, sospecho que se le ven las fisuras, las costuras. Sin embargo ayer, cuando discutíamos vos y yo, sentí lo mismo que dijo Orlando Barone sobre la oposición. Yo escuché rock durante todos los años de mi juventud y adolescencia y lo que ahora soy -figura parcialmente inasequible para mí- es como un tallo que anudó su historia a esa otra historia más vinculante y más tenaz. Pero tu historicidad pasó por otro lado, o puede que no tengas raíz, que vivas chupando el aire, como el clavel del aire.


Me vas a volver con lo de “es sólo una cuestión de gustos”, te gusta ese estribillo. Pero eso no es exacto: porque ahí donde vos ves una circunstancia fortuita, yo intuyo un diagrama esencial. Me explico: en la “elección” de un estilo musical, vos ves la verruga de una ramita, en cambio yo siento un hachazo en la médula espinal. Allí donde a vos el mundo se te presenta como hojarasca, contingencia –una coyuntura que en definitiva es, pero pudo no ser-, yo veo por el contrario una pulpa definitiva, una síntesis parcial. Soy la encía de lo que han hecho de nosotros, soy en la modalidad de lo inconcluso como un polvo del inacabado  Schubert, desarmo y sangro. El miedo a la libertad, ¿no? En nuestra adolescencia, el rock nos enseñó a ser libres, a abrir la cabeza para que se despeinen las ideas, nos parecía mejor tener el pelo suelto que la libertad con fijador. Quisimos ser alma de diamante y, mientras mirábamos las nuevas olas, procurábamos actuar para vivir, reparar el tejido de la patria y articularnos nuevamente al sueño federal.

Pero sé que escribo palabras que no vas a escuchar, y que en caso de escucharlas, te van a entrar por un Ricky Martin y te van a salir por el otro Montaner, she moves, she moves. Porque vos y yo vamos a estar solos toda la vida. Y ya no importa saber si la razón la tengo yo o la tenés vos, o ninguno de los dos, o los dos. ¡Se acuesta con cada uno, esa vieja putonga!
Pero estoy envejeciendo, obtusa, a paso firme, sí sí sí, y los años me vienen enseñando que una cosa es la verdad y otra, muy otra, la felicidad.
Y todos saben que entre las dos serpentea el río más profundo, el tajo de los imperdonables.
El que te saludaba, desde la otra orilla, era yo.


Pero la ciudad se nos mea de risa, nena. Y yo, al menos esta noche, prefiero poguear.


Atentamente,

El obtuso de enfrente.
(Junio-agosto de 2013)

martes, 10 de septiembre de 2013

Tal vez un día de lluvia [Aledo Luis Meloni]


Entre el humo gris del bar
y el débil son de la lluvia,
hoy miro pasar la muerte.

La muerte de alguien
a quien quizá no vi nunca.

La miro pasar cambiada:
como si fuera la mía
y no la suya.

Y pienso:
mañana
cuando acabe mi aventura,
tal vez un día de sol,
tal vez un día de lluvia,
entre el humo de otro bar,
alguien que no me vio nunca
verá pasar otra muerte.

También cambiada: la mía
como si fuera la suya.

Y él pensará como yo
ahora:
mañana
cuando acabe mi aventura...

Tal vez un día de sol,
tal vez un día de lluvia.

en Poesía elegida, 2011, Resistencia: Instituto de Cultura.

lunes, 2 de septiembre de 2013

La lengua y la generación del pulgar

 

Por Pedro Luis Barcia - Para LA GACETA - Buenos Aires

Hay que dominar el sistema lingüístico para modificarlo. Pensar que las técnicas estrechan, empobrecen o dificultan la lengua es una torpeza estimativa. Todo arranca de la pobreza y la vulgaridad expresivas de los usuarios de dichas técnicas.

 

Leemos y oímos en muchos sitios hablar, abusivamente, de que los muchachos han creado "una lengua del chat", o una "lengua de mensajes celulares" [1], o "una lengua del tuit". No hay tal cosa: la expresión verbal del chat, del mensaje celular y del tuit son la lengua común, alterada, abreviada, maltratada, jibarizada, a lo sumo, con la incorporación ocasional de emoticonos y otros recursos gráficos, pero es la lengua de todos. De lo que debemos hablar es de la lengua en el chat, de la lengua en los mensajes celulares, en el tuit, para referirnos al tratamiento particular y, la mayoría de las veces, destrato que de la lengua se hace en estas formas útiles e interesantes de comunicación.


Por otra parte, repetir esa falacia de que los muchachos están "creando una nueva lengua", acentúa en ellos las tendencias libertarias frente a las normas, pues vale como decirles que están operando creativa y fundacionalmente de nuevas realidades lingüísticas. Es creativo el que conoce las reglas del idioma y sabe cómo superarlas. Hay que dominar el sistema lingüístico para modificarlo. La ignorancia no perfecciona sino que destruye cualquier aparato.
Ni siquiera hay abreviaturas universales en los medios digitales. Las propuestas por compañías de comunicación han fracasado. Cada tribu electrónica tiene su repertorio convencional.


Las modificaciones que los medios digitales de comunicación estimulan se generan en dos tipos de causas: las involuntarias y las intencionales. Sintéticamente, las razones de las irregularidades o anomias que del uso de la lengua muestran los nuevos medios podrían sintetizarse en las siguientes:
1.- La mala educación lingüística que reciben y portan nuestros adolescentes. Esta es la fuente que merece prioritaria atención, condicionante de la forma de manejar la lengua, y nada tiene que ver con intencionalidades posteriores. Se trata, pues, de un haber pasivo, y padecido por el muchacho, muy difícil de remontar. Es el principal factor condicionante de la libertad expresiva. Responsables: familia y escuela.
2.- La velocidad. En la respuesta rápida radica uno de los estimulantes atractivos y uno de los desafíos más influyentes del chateo (cibercharla o texto escritoral), en las modificaciones de la expresión lingüística en el esfuerzo por aproximarse a la conversación oral en tiempo real.
3.- La economía temporal que los lleva a una economía expresiva condicionante. Más que por el gasto, que con el avance técnico se ha hecho mínimo, cuanto porque se ayuda así a la velocidad que este tipo de comunicación exige.
4.- El espacio. Condiciona el escrito. El usuario debe adaptarse al soporte, por ejemplo, la pantalla del celular con sus 160 caracteres, espacios incluidos. O los 140 del tuit. Es un nuevo lecho de Procusto: se corta por la cabeza o por los pies para que quepa.
5.- El ludismo, o gusto por lo que supone entretenimiento y juego al escribir de la manera peculiar en que se lo hace.
6.- La pertenencia a una "tribu urbana electrónica", con fuerte sentido de pequeña comunidad diferenciada de las restantes, que incita a subrayar ciertas diferencias lingüísticas.
7.- La actitud de rebeldía frente a lo establecido, con sus consecuentes acciones sostenidas de ruptura respecto del sistema lingüístico común.
8.- El sabor del distanciamiento de la lengua de los adultos, al escribir en una forma diferente, por momentos críptica, en un código propio del grupo, al que no tienen acceso inmediato los demás. Quedan afuera los dinosaurios de la especie humana
9.- La ley del tobogán, del menor esfuerzo o de la cuesta abajo. Este dejarse ir sin retenciones (sintaxis, acentuación signos ortográficos, espacios, etcétera) lo que gratifica una sensación de libertad al deslizarse por el plano inclinado.

Comencemos por considerar la pregunta reiterada que nos hacen los periodistas: se cuestiona si el ejercicio del correo, el chat o los mensajes de texto perjudica o afecta al idioma. Los nuevos medios como todo lo que corresponde al campo de la técnica, son indiferentes, en el sentido de que en ellos no hay bondad ni maldad intrínsecas en las técnicas, por supuesto, pues no hay intención ninguna, para la que es necesaria la libertad. Es el uso humano el que carga los recursos técnicos de valores o de antivalores. Demonizar una técnica por el indebido manejo que de ella se hace es, por decir lo menos, irracional. Claro que, cabe advertirlo y se lo debe tener muy presente, las tecnologías modifican las formas de nuestra percepción y el entorno cultural en el que vivimos al que ellas contribuyen a conformar de manera pesante pues constituyen una ecosfera en la que habitamos. Con el tiempo, sus proyecciones en distintos planos de la vida humana se hacen sentir, al modificar básicamente las vías y formas de la percepción, de relación con la realidad y, con ello, del conocimiento.

 


Los nuevos medios son herramientas valiosísimas de las que disponemos y que nos dan enormes posibilidades, impensadas hace pocas décadas. Una tecnolatría, practicada por los "integrados" de Eco, es una inversión de valores, pues se dejan llevar en su discutible "participación" sin sentido de gobierno. En mi provincia, llaman a esto "caminar llevado como enano en manifestación". Los medios son tales, medios, y, por ello, instrumentales, vías o herramientas de los que el hombre se sirve. Si los medios no están sometidos a la libertad humana, es decir, a la inteligencia respaldada por la voluntad, el hombre invierte su condición de amo de ellos y acaba siendo siervo de elementos cuya naturaleza es ancilar, es decir, servil. La alusión del nombre blackberry a la bola negra de hierro atada al tobillo del negro algodonero, para asegurar su cautiverio, es reveladora. El pibe, siente el celular como una continuación del brazo. Y genera una dependencia que puede llegar a adicción. La libertad, al pozo.


El más perfecto sistema de comunicación inventado por el hombre es la lengua. Los nuevos medios potencian y dan nuevas vías de transmisión al sistema lingüístico. No han sido creados para restringirlo, sino para ampliarlo y enriquecerlo. Toda vía tecnológica de comunicación su-pone, es decir pone por debajo, como base, la lengua como sistema. La lengua es la matriz comunicativa por excelencia. Pensar que las técnicas estrechan, empobrecen o dificultan la lengua es una torpeza estimativa. Todo arranca de la pobreza y la vulgaridad expresivas de los usuarios de dichas técnicas. El usuario de los nuevos medios lleva a ellos sus capacidades y excelencias, o bien, sus estrecheces y limitaciones. Será un usuario más o menos aprovechado según el grado del nivel cultural y lingüístico que posea.


Si cada uno lleva a la mesa común lo que puede y lo que es, no de otra manera ocurre con los nuevos medios.
El que maneja con firme soltura su lengua, lo seguirá haciendo en todos las TIC que utilice.
El que es un discapacitado verbal, arrastrará su limitación al uso de los medios tecnológicos de comunicación.

Y, más aún, es posible que ciertos rasgos de la tecnología, como la velocidad, reduzcan aun más su limitada capacidad expresiva. Nadie haga responsable de los estropicios provocados en la lengua a las tecnologías, que no son personas, y, por lo tanto, son carentes de responsabilidad.


Hay limitaciones, como las del tuit, que generan virtud, y un argentino gárrulo- es decir, un argentino- se ve obligado a elegir, sintetizar, ceñirse lingüísticamente, lo que beneficia su expresión, adensándola. Las antologías de tuits que podemos consultar muestran obras notables de calibración en los del pulgar activo. Es una represa potenciante. Lo bue si bre dos ve bue, di Gra.

Por otro lado, el discurso incontenido, liberado, que para algunos ofrece el chateo nunca puede ser pauta de expresión más lograda, sí puede serlo de mayor vivacidad y dinamismo. Por el contrario, el ejercicio continuo de discursos inconsistentes, vacuos, desordenados, asintácticos, no es sino un vicio y no una virtud, porque pueden producir acostumbramiento en el usuario. Y trasponga esos usos a otros discursos. Aquí radica la clave de los desajustes. El escribir "libre de ataduras" -léase: sintaxis, ortografía, puntuación coherencia, etcétera- puede generar, en algunos poco avisados, un resultado negativo.


Si un mensaje digital se entiende bien, es suficiente, use o no mayúsculas, puntuación, abreviaturas, etcétera.
El riesgo está en que el usuario, cuando cambia de ámbito proyecte en otras situaciones, que no son las de la comunicación digital, los mismos usos. Será, en forma inevitable, condenado socialmente. Es una cuestión de adaptación al medio y al contexto. Quien maneja la lengua no tiene dificultades de adecuación, pues tiene cintura lingüística.


La pobreza léxica [2], y, con ella, las repeticiones de vocablos y de expresiones; la carencia de sinónimos; la falta de dominio de las estructuras sintácticas que descoyuntan el pensamiento lógico; la inhabilidad en el uso apropiado de los signos de puntuación; el desconocimiento de las reglas ortográficas, todo esto revela ignorancia y discapacidad en el manejo del sistema de su lengua nativa por parte del usuario. Hay quienes, como decía Lugones, practican "la libertad de no hacer lo que no pueden". Estos no abandonan el sistema cuando entran en comunicación digital: nunca lo han tenido consigo.


© LA GACETA Pedro Luis Barcia - Presidente de la Academia Nacional de Educación,miembro y expresidente de la Academia Argentina de Letras.

Notas:1.- Evito la expresión "mensaje de texto" que es vaga, vacua y no alude a la brevedad que los caracteriza. Prefiero: "mensajes celulares", que suponen 160 espacios. 2.- Va entrando, incesantemente, a nuestra lengua un considerable caudal de anglicismos referidos a lo digital. Si no son tilingos, y sí necesarios, debemos ir poniéndoles la pata encima, y someterlos a nuestra rotunda fonética castellana. Así hicimos con blog, bloguero, tuit, tuitero, guglear, cliquear, y un largo etcétera.

viernes, 23 de agosto de 2013

La muerte del teatro y otras buenas noticias

 

por MAURICIO KARTÚN

Se creía imprescindible. E inmortal. No estaría mal para ponérselo en la lápida. Al fin y al cabo, el diagnóstico de cualquier infartado vulgar. Soberbio e inalcanzable, se mantuvo en la cúspide durante dos mil trescientos años. Nadie que quisiese ver frente a sus ojos un cuento podía prescindir de él. Servía para todo y como creía, omnipotente, que hacía todo bien, no le decía a nada que no. Cómo no iba a reventar al final. Para divertir, para educar, para convencer, para emocionar, para elevar. Se arremangaba y lo hacía. El teatro fue la herramienta preferida del espectador. Su victorinox de múltiple función. Poco importaba que para cumplir los pedidos debiese alejarse cada vez más de aquel ritual sagrado que le había dado origen (y que había dado origen, ya que estaba, a buena parte de los formatos literarios). Pero cuando más convencido estaba de su eternidad, al adminículo se le vino la noche. El siglo XX en la sucesión increíble de soportes que inauguró uno atrás de otro fue volviendo obsoleto cada uno de sus filos. Hoy el teatro ya no sirve. No es útil. Ha dejado al fin de ser un utensilio. Para contar una historia por medio de imágenes, al cine no hay con qué darle. La tevé encima te las sirve gratis y en la mesa junto a las milanesas de la noche. Para mensajes, mucho más claro y mejor el messenger. Para conocer el mundo, un teclazo de Google. Para alegorías proselitistas, la iglesia ya no lo necesita: ha descubierto en los canales el horario de trasnoche que además de barato le asegura un ansioso rebaño de desvelados –que por algo lo estarán–, clientela cautiva si las hay. Para entretenerse, del tetris para acá han florecido multitud de jueguitos que –valiéndose, como el teatro, de la acción y la expectativa–, te tienen alegremente descerebrado durante horas (los juegos de consola son la quimera de cualquier comediógrafo comercial: tener sentado a un espectador tres horas sin que le tiemblen las rodillas). Es así: ya no es entretenido y para el flete de ideas ya nadie confía demasiado en este viejo rastrojero modelo 400 a. C. Ha dejado de servir. Y esa es una de las cosas más extraordinarias que le ha pasado en su historia. Inútil ahora –como todo lo sagrado– y sin esa compulsión sirviente que lo vulgarizaba, el teatro ha podido reencontrarse con su esencia para seguir vivo. No le hace falta ya cumplir con la bajeza del retrato costumbrista que la televisión envasa engolosinada a cambio de unos segundos de publicidad de detergente.

Nadie le exige ya nada práctico. Y ahora por fin inservible –jubilado: en estado de júbilo– puede volver a dedicarse a lo que mejor hace: reciclando los residuos del habla coloquial, condensar el mundo poéticamente en un cuerpo iluminado y en estado de emoción. Acabada su condición práctica, gana al fin –literalmente– la mágica condición teórica (del griego «theoreo», contemplar; la palabra “teoría” –nombre dado a las procesiones religiosas griegas– es la auténtica hermana de sangre del «theáomai» del que deriva el teatro).

No hay mejor manera de entender la renovada vigencia de este lenguaje indestructible que a través (y como resultado) de la efímera y trágica vida de sus competidores. El último siglo ha sido el imperio –y el cementerio– de centenares de soportes obsolescentes de la ficción. Sonido e imagen fueron milagrosamente atrapados en mecanismos de registro que fascinaron y decepcionaron con la misma intensidad y rapidez. La fotografía, el celuloide: treinta y cinco milímetros, dieciséis, ocho, superocho. Cinerama, Cinemascope, Panavisión. Ultrapanavisión, Superpanavisión 70, Vistavisión, Tecnirama, Todd-AO. Superscope, 3-D. Imax. Los diarios hablan de nuevas salas 4D que agregan olores y efectos táctiles. El cine para celulares ya tiene hasta su festival en el Pompidou de París. Video, video ocho, la enorme saga de casetes a cinta: Betacam, VHS con su multitud de normas. Discos de pasta, de vinilo, setenta y ocho revoluciones, treinta y tres revoluciones, dieciséis revoluciones.

Magazines, casetes, cedés, emepetrés, emepecuatro, devedés –divididos a su vez en múltiples formatos de audio digital–. Sería interminable nombrar aquí todos, y ninguno se parece demasiado al anterior salvo en dos cosas: en su vertiginosa condición anacrónica y en el ingenuo entusiasmo infantil con que cada uno de nosotros ha creído en ellos como definitivos. Pasamos a devedé los videos, que antes digitalizamos frente al deterioro de la cinta, antes de que palme el disco rígido, que está alcanzando su vida útil. Algunos superocho familiares de los setenta ya han pasado por cuatro sucesivos formatos en aras de conservar algo que se deteriora más rápido aún que el recuerdo vivo de esas propias imágenes (¿no convenía más cerrar los ojos y acordarse?). Hasta el mismísimo Bill Gates lo declara con inimputable desfachatez: “Me sorprende que no se den cuenta de que en cinco años la gente se va a reír de lo que se está utilizando hoy”.

¿Y qué es lo que verdaderamente viene al caso de todo esto?: que cada uno de esos nuevos soportes agrega a la vez renovados elementos a su poder narrador que vuelven vetustos no sólo al soporte anterior sino a aquel sistema narrativo. Así como da risa pensar en los reproductores de magazines tras usar sonido en devedé, resulta ridículo pensar en editar en celuloide –por ejemplo–, teniendo a la mano los extraordinarios programas digitales. En esa saga patética de fracasos le exigimos cada vez más a cada nuevo lenguaje (insisto: cada soporte genera el suyo) y nada novedoso que generen ya nos sorprende. Y así sin sorpresa (sin ser-presa, por seguir entendiendo desde la raíz) le exigimos a la ficción una perfección que, cuando finalmente la alcanza, ya no nos alcanza a nosotros. Y es así como en esa condena a caducidad que han instalado, el soporte original: el cuerpo vivo y emocionado emitiendo sentido desde su inequívoca condición material, tocable, el viejo cuerpo del actor sobre el escenario, vuelve a ser paradójicamente el material más preciado y milagroso. El original. Aquel más allá del cual no hay nada.

Nada garantiza más que esta saga de soportes obsolescentes la perdurabilidad del teatro. Porque a diferencia de cualquier novedad tecnológica, es justamente su condición inestable lo que lo vuelve especialmente atrayente. Lo que valoriza de tal manera el instante irrepetible en el que se profiere con perfección. Y es precisamente su imposibilidad de ser registrado en soporte alguno lo que lo vuelve literalmente insoportable. Incómodo. Impertinente. Ácrata. Y orgulloso de esa condición imperfecta que es justamente lo que lo humaniza. Los titiriteros que hacen teatro de sombras se preocupan bien de hacerlo lo suficientemente mal como para que nadie sospeche que se trata de una retroproyección de video. Los chicos lo miran al principio aburridos pensando en qué podría tener de interesante esa pantalla paupérrima al lado del home theatre de casa, hasta que descubren deslumbrados que alguien oculto atrás con unos cartones y una lucecita está creando para ellos allí esa mágica ilusión. No los sorprende tanto lo espectacular del resultado como la precariedad del medio en relación con aquel. De la misma manera, el cuerpo del actor sobre –y dentro de– un texto literario, el prodigio de su voz llegando a cada rincón de la platea, su emoción sostenida durante una hora o más en la ficción maravillosa de la actuación en vivo, configuran el renovado privilegio que el teatro le proporciona cada vez a cada individuo.

Nadie ignora desde la platea el riesgo por el que atraviesa la expresión del actor en el escenario. Su fragilidad. Y es esa falibilidad expuesta –frente a la infalibilidad digital– lo que vuelve emoción circense al teatro. Y cuanto más expuesta esa debilidad, más rédito a la dialéctica entre ella y su solvencia. Un amigo equilibrista me cuenta que cuando el público está muy frío acostumbra simular una caída desde la cuerda floja. Ese fracaso levanta a la platea: ¿podrá la próxima vez? Y si vuelve a fingir caer y a intentarlo, el público ahora ruge. Y cuando al fin lo consigue, se desgañita. El teatro –la actuación– en su aspereza brutal trabaja sin red. Y eso siempre apasionará. Saber que no hace falta ninguna tecnología inalcanzable, que hacerlo está al alcance de cualquier espectador y sin embargo ninguno podría hacerlo tan bien, que no se trata de un montaje, de una edición artificial de gestos, sino que sucede allí, para cada uno de los espectadores, resulta, cuando se toma conciencia, un verdadero prodigio. Convengamos: el cine y la televisión son la pornografía del teatro. Su maravillosa versión ilusoria e idealizada. Cuando un adolescente llega al sexo después del paso epistemológico por el porno, la realidad, ese cuerpo que allí conoce, le parece fuera de escala, de proporción: las medidas, la duración, cierta belleza coreográfica –resultado de la edición– que tenía aquello en pantalla, versus la torpeza de ese codo metido siempre en algún lugar incómodo... Algo fue idealizado y su realidad es mucho más torpe, más chica, más seca, y dura menos (¿será que es sólo esto, se pregunta, o será que no lo estamos haciendo bien?). Pero mal que le pese, la realidad es la realidad y la perplejidad no dura demasiado. Cuando el cuerpo impone al final sus razones y sus virtudes, aquella piel virtual queda sólo como otra posibilidad. Deliciosa, ocasional y alternativa.

¿Y dónde queda en todo esto la literatura dramática? Sabido es aquello de a río revuelto, y cualquiera puede darse cuenta de que en eso el teatro es ducho en tirar redes en las aguas más impensadas. Esta proliferación de competidores le ha permitido al teatro tercerizar un cacho aquellas cosas que ya le pesaban por la edad. El sainete, por ejemplo, que fue –más allá de escasísimas y honrosas excepciones– su peste del siglo XX, le ha venido como anillo al dedo a la tevé, que lo agradeció como a tecnología de punta. Da regocijo ver cómo juega con ese género decadente y desgastado con la alegría de un chico con sonajero nuevo. El melodrama se lo vendió a las telenovelas, que lo compraron entusiasmadas sin mirarle siquiera el cuentakilómetros. Ciertas zonas del naturalismo realista –y las de su primo tonto, el costumbrismo– fueron a parar allí y al cine. Liberado por fin de las zonas más insidiosas de la economía de mercado, el texto dramático ha ganado hoy una libertad, una capacidad de experimentación y una posibilidad poética que no sospechaba. Y todo parece garantizar que no haya reflujo: la especificidad de lenguajes es tan clara en cada medio que es impensable hoy que algún texto más o menos Benvenutto pueda ser soportado por los oídos de un espectador teatral. Así como el teatro filmado o grabado es horroroso, a cualquier texto de poética televisiva puesto hoy en el escenario no se lo aguantaría en la oreja (salvedad hecha, claro, de las dos grandes excepciones a la vista: ese giro chusco que de los noventa para acá los autores más jóvenes le han encontrado: el reciclado paródico. Y ese honroso parque nacional que conserva con amor a ciertas especies definitivamente berretas: la inefable temporada teatral de Mar del Plata).

¿Qué media para que todo este optimismo mío de vermut no resulte resaca?: que los dramaturgos lo hagan músculo. Que así como el cine llegó a séptimo arte cuando pudo dejar de mirarse a sí mismo como teatro filmado, el teatro abandone definitivamente esa barata y resignada ambición de ser la alternativa y se reencuentre simplemente con lo que fue: rito subversivo y vital. Perturbadora poesía encarnada. Puesta en carne. La presentación más sanguínea y más humana de la literatura.

Anacrónico, obsoleto, anticuado, arcaico, vetusto, inservible, inútil. Y gracias a eso, irreemplazable. Original en sus dos sentidos: diferente y primigenio. Agotado. Terminado. Caduco. Extinguido. Y resurrecto. Bien podría ponerse sobre su tumba vacía: Se creía imprescindible. E inmortal. Y lo terminó siendo.

Publicada en TODAVÍA Nº 22. Diciembre de 2009

sábado, 17 de agosto de 2013

Tartufo o los impostores

 

Un director de teatro convoca a varios actores, entre ellos una estrella del espectáculo, para dar vida al Tartufo de Moliére en clave contemporánea. Ése es sencillamente el punto de partida de Tartufo o los impostores (Compañía Filodramática de Socorros Mutuos, Tucumán). Lo que sucede, en sí, es complejo de explicar. Moliére desaparece y da lugar, digamos, a Pirandello. Una enfebrecida muestra del teatro dentro del teatro copa la escena y con sigilosos rasguños la “meta-teatralidad” acaba a impresionando al espectador formoseño que, para nada ajeno a los dispositivos de montaje, aplaude de pie una obra cuyas intenciones no han tenido que declararse abiertamente, ni descifrarse sus procedimientos.

“¿Vive Moliére?”, es ése el miedo mayor pero Moliére se nos devuelve vivificado, potenciado. Nuestra duda también acompaña a esta obra. ¿Están haciendo Moliére? La pregunta nos asedia porque, al fin de cuentas, la versión tucumana discute las posibilidades escénicas de Tartufo, y hacen de la discusión un espectáculo. La obra es el retrato vivo de los grupos humanos como interacciones que buscan dar un sentido a un texto que los busca (y es el texto de Moliére y de los miles de lectores de Moliére durante siglos).

El de los impostores es un Tartufo actualizado y para nada banal. Ni un humor chabacano, ni tampoco el efecto hilarante de retratar tipejos pueblerinos para estirar a la risa. Los tipos aparecen, pero en tanto representaciones sociales que los actores llevan internalizados. ¿Qué significa esto? Que el único tipo claramente identificable para el espectador es el artista, el divo, el auto-vindicado genio.

El humor se recrea en la mirada del espectador, la obra lo conduce críticamente a la cocina, al proceso de construcción, inclusión u omisión de esos tipos. Tartufo o los impostores escenifica el proceso de opción que opera entre los artistas sobre una estética u otra, un estilo u otro, una poética u otra. Los actores contienden con el director por imponer sus personajes, el director, absorbido por la disputa, participa del circo de sus estrellas, dejándose manipular, lanzado a una práctica creadora imparable, erótica. La obra vehiculiza una reflexión: la fuerza creadora, dinámica, del teatro, no permite a un solo hombre decidir qué poner en el espacio, la escena compromete los cuerpos y las voluntades ajenas que traman físicamente el drama.

Oscilando entre la sobreactuación de un teatro de comedia clásica, y la sobriedad excesiva de una representación moderna –rayana al cine negro–, Tartufo… nos da testimonio de una transición, la etapa que el espectador nunca ve sobre las tablas, el flujo creativo en carne viva, con sus divagaciones, ramificaciones, dudas, deseos, planteos, pruebas, intentonas fallidas, descartes, y selecciones. Plantea también la lectura y relectura de las obras, el rol de cada receptor sobre un texto, su contaminación personal.

A estos aspectos se suman el debate por el conocimiento en torno al auditorio, la imposición o no del ego por sobre el disfrute del público, la ruptura de las convenciones, el límite entre lo sublime y lo ridículo.

Aguantemos la respiración antes de analizar matemáticamente las energías, planos, direcciones, que se intervienen en el mismo espacio. Porque la historia de Tartufo… no se agota en ese vaivén de proyecciones del libreto en la puesta en escena, sino que recibe la intromisión natural de las instituciones. El nombre del Subsecretario de Cultura vociferado gratuitamente en honor a su mecenazgo, y la condición suprema de aludir al Bicentenario para ganar un subsidio, generan una reacción automáticamente superada, en tiempos en los que portar una bandera u otra en procura de un sustento financiero no significan vulneración ni desgaste alguno.

La Compañía Filodramática de Socorros Mutuos, con esta obra pone al público en un espacio de meta-reflexión, de observación distanciada de los artificios del teatro, desde sus técnicas, sus convicciones estéticas y políticas, pasando por sus conveniencias y el entramado de actitudes que caracterizan a todo grupo humano. Se escenifica el teatro como una instancia creativa propiciada por artistas pero también por gestores y políticas, acomodos e intereses. Ya no hablamos de un espectador al que se le exhiben las dificultades del proceso creativo, sino que además se le estimulan las sospechas acerca de los temas y alusiones que pudieran advertirse en el fondo del acontecimiento artístico. Tartufo o los impostores reconoce un espectador crítico, un ciudadano cualquiera que reconoce en el teatro un discurso, una manera de hacer hacia la cual convergen innumerables intereses. Forma una mirada a través del humor. No es, como pudiera creerse, una obra para especialistas en teatro. Es quizá una obra para ofrecer a la suspicacia del vecino común las conspiraciones artístico-políticas que ciertas fuerzas ejercen sobre arte teatral.

 

FICHA TÉCNICA
 
TARTUFO O LOS IMPOSTORES
Puesta en escena el 15 de Agosto de 2013
Lugar: Teatro de la Ciudad (Formosa)
9° Festival Internacional del Teatro de la Integración y el Reconocimiento

Actúan: Vanesa Barrionuevo, Gloria Berbuc, Gabriel Carreras, Andrés D’andrea, Guillermo Montilla Santillán, Ricardo Podazza
Diseño de vestuario: Sergio Gatica
Puesta en escena: Pablo Parolo
Dirección: Pablo Parolo

Investigación educativa: Habermas y las Teorías Críticas

 

Teoría Crítica: los antecedentes

Uno de los objetivos centrales de la teoría crítica fue el de reconsiderar la relación entre lo teórico y lo práctico.Sus primeros representantes fueron: Max Horkheimer, Theodor Adorno y Herbert Marcuse.

Hacia 1920 y después, señalan Carr y Kemmis, los primeros teóricos críticos empezaron a reparar en cómo la racionalidad instrumental del positivismo empezaba a producir una complacencia en cuanto al papel de la ciencia en la sociedad. El papel de la ciencia se convertía en técnico: alimentar el razonamiento instrumental y proporcionar los métodos y los principios para resolver problemas técnicos de la producción de resultados determinados. La ciencia de esta manera se había convertido en doctrinaria, convencida de tener resueltos los problemas esenciales de la naturaleza de la verdad. Se tenía la convicción de que la ciencia había llegado a ser “cientificista” y se creía en su poder supremo para responder a todas las cuestiones significativas.

Los teóricos críticos veían un peligro para la sociedad moderna: el fin de la razón misma, ésa era la amenaza.La razón reemplazada por la técnica. La ciencia se convertía en una ideología culturalmente producida y socialmente respaldada a contemplar el mundo sin examinarlo; de tal manera, legitimaba la acción social aportando “hechos objetivos” que justificasen las líneas de acción.

Lejos de ser una indagación incansable sobre la naturaleza y la conducción de la vida social, la ciencia se veía en peligro de subordinar las formas de vida social a cuestiones técnicas.

El proyecto intelectual de la teoría crítica demandaba que se ocupasen exclusivamente de los valores, juicios e intereses de la humanidad. Para esto, los teóricos críticos se volvieron hacia Aristóteles y consideraron su concepto de “praxis” entendido más como “obrar” que por “hacer”.

Hacia los años setenta “teoría” pasó a significar un conjunto de generalizaciones que, a manera de leyes, podían servir para realizar predicciones.En este sentido, la esfera de lo “práctico” había quedado absorbida en la de lo “técnico” y las disposiciones sociales o valores quedaban predeterminados.

Así como antes del positivismo había que rescatar a la ciencia de los dominios de la filosofía, postulando una unidad lógica de las ciencias naturales, así la teoría crítica quiso rescatar las ciencias sociales del dominio de las naturales preservando las preocupaciones de la “filosofía de lo práctico”, clásicarespecto de las cualidades y los valores inherentes a la vida humana.

JürgenHabermas desarrolló a lo largo de varias obras la idea de una ciencia social crítica que pudiera situarse “entre la filosofía y la ciencia”, una suerte de metateoría que sintetizase las intenciones prácticas que informaban la noción clásica de la praxis, y el rigor y la capacidad de explicación asociadas con la ciencia moderna.

La ciencia social crítica de Habermas

Habermas trató de responderse cómo comulgar las perspectivas clásicas de lo práctico con los requerimientos de las concepciones modernas de la filosofía y la ciencia acerca del rigor del conocimiento científico. En otras palabras, cómo lograr ofrecer soluciones prácticas correspondientes a un momento y un espacio sin dejar de proporcionar un análisis científicamente válido de las interrelaciones de la vida social. La inquietud lo orientó a pensar en una ciencia social crítica que estuviese a medio camino entre la ciencia y la filosofía. Al desarrollar esta ciencia social crítica, Habermas ponía en cuestionamiento la creencia positivista en la unidad lógica y metodológica de las ciencias naturales y las sociales. Es decir que para este pensador las ciencias sociales no comparten el mismo paradigma que las ciencias naturales, sino que se trata de una creencia cientificista, basada en “la fe de la ciencia en sí misma”. Situar la concepción positivista de las ciencias por sobre toda otra concepción, según Habermas, implica una inversión de la relación correcta entre epistemología y ciencia;al contrario, señalaba, la segunda debería justificarse a tenor de la primera y no al revés.Habermas examinó críticamente las legitimaciones de este entendimiento positivista del saber –también llamado “cientificismo”– para demostrar cómo el positivismo invertía la relación, ubicando a la ciencia por sobre la epistemología; con este fin el filósofo elaboró una teoría del conocimiento que mina el “cientificismo” de dos maneras:

ü A la vez que procura demostrar que la ciencia sólo ofrece un tipo de conocimiento entre otros, intenta refutar toda pretensión de que la ciencia sea capaz de definir las normas con arreglo a las cuales se va a juzgar cualquier saber.

ü Oponiéndose a la pretensión de que la ciencia ofrece una explicación objetiva o neutral de la realidad, Habermas trata de revelar cómo los diferentes tipos de saber están configurados por el interés humano particular al que sirven. El conocimiento nunca es producto de una “mente” ajena a las preocupaciones cotidianas, se constituye siempre en base a intereses desarrollados a partir de las necesidades naturales de la especie humana. Y sus condiciones históricas y sociales.

El saber para Habermas es el resultado de la actividad humana, y a partir de su concepción crítica elabora una teoría“de los intereses constitutivos de saberes”. Él tiene en cuenta que los intereses guían y dan forma a la manera en que se constituye el saber en relación con las diferentes actividades humanas, puesto que ningún acto humano es el resultado de una actitud desinteresada. Llama a los intereses constitutivos de saberes, “técnico”, “práctico” y “emancipatorio”.

  • TÉCNICO: es el de los seres humanos que quieren conocimientos que les faciliten un control técnico; el saber es un saber instrumental que adopta formas de explicaciones científicas.
  • PRÁCTICO: al comprender y clarificar las condiciones para la comunicaciones y diálogos interpretativos. En este sentido, el interés práctico genera conocimiento en forma de entendimiento interpretativo capaz de informar y guiar el juicio práctico. Habermas mantiene que el método interpretativo no puede suministrar una base adecuada a las ciencias sociales.
  • EMANCIPATORIO: Habermas considera que existe un interés básico para con la autonomía racional y la libertad que se traduce en exigir las condiciones intelectuales y materiales dentro de las cuales pueden darse comunicaciones e interacciones no alienadas.La ciencia social crítica es la que sirve al interés “emancipatorio” hacia la libertad y autonomía racional. Procura ofrecer a los individuos un medio para concienciarse de cómo sus objetivos y propósitos pueden haber resultado distorsionados o reprimidos, y especificar cómo erradicarlos de manera que posibilite metas verdaderas.

Considera, Habermas, que la vida social no puede explicarse en forma de generalizaciones y predicciones (como sugiere el postulado interpretativo) y acepta que la fuente de los significados subjetivos es externa a los actos individuales y que por consiguiente, las intenciones de los individuos pueden verse constreñidas socialmente o redefinidas por agencias manipuladoras ajenas. Según Carr y Kemmis (1988, 150), cuando Habermas intenta desarrollar la idea de una ciencia social crítica, probablemente “intenta conciliar su admisión de la importancia tanto del entendimiento ‘interpretativo’ como de la explicación causal [relativa al saber instrumental-técnico]”.Una ciencia social crítica ha de intentar que el enfoque “interpretativo” vaya más allá de su tradicional afán de producir descripciones acríticas de los autoentendimientos individuales, interesándose en la eliminación de las condiciones que los distorsionan. Al sintetizar las categorías interpretativa y causal, Habermas intenta producir una ciencia social crítica que sea capaz de demostrar por qué padecen los individuos de autoentendimiento distorsionado y cómo sería posible corregirlos.

Para conseguir este objetivo no bastan los métodos de las ciencias interpretativas y de las ciencias técnicas. Lo que hace falta, aduce Habermas, es un método que libere a los individuos de esos problemas sociales que distorsionan la comunicación y el entendimiento, permitiéndoles así dedicarse a la reconstrucción crítica de las posibilidades y de los deseos de emancipación suprimidos. Siguiendo a Marx, Habermas postula que el método demandado por la ciencia social crítica es el de la crítica ideológica.

Mediante la crítica ideológica, según Marx, “la humanidad se liberaría de los dictados y limitaciones de la mentalidad establecida y de las formas establecidas de vida social. Al hacerlo libraría a la humanidad de la opresión política y del pensamiento encaminado a legitimar ésta” (Carr y Kemmis, 1988, 157). La crítica revelaría a los individuos cómo sus creencias y sus actitudes quizá sean ilusiones ideológicas que ayudan a preservar un orden social ajeno a sus experiencias y a sus necesidades colectivas. Con la semejante revelación,la crítica de la ideología apunta a privar de su poder a las ideologías opresoras, develando su naturaleza engañosa. Pero esto no es todo, la crítica de la ideología demostraría también a los individuos cómo sus ideas distorsionadas sobre la realidad ocultan sus verdaderas necesidades y finalidades. Una de las misiones de la ciencia social crítica es explicitar estas autoconcepciones genuinas implícitas, y sugerir una vía para la superación de las contradicciones e inadecuaciones de los autoentendimientos actuales.

Lo teórico y lo práctico

Importa deslindar la noción de una ciencia social crítica de la de una teoría crítica. Una teoría crítica es producto de un proceso de crítica. Muchas serán interpretaciones de la vida social preocupados en revelar esas contradicciones.

Una ciencia social crítica es, para Habermas, un proceso social que combina la colaboración en el proceso de la crítica con la voluntad política para superar las contradicciones de la acción social y de las instituciones sociales en cuanto a su racionalidad y justicia.

La ciencia social crítica será aquella que aborde la praxis crítica, esto es, una forma de práctica en la que la “ilustración” de los agentes tenga su consecuencia directa en una acción social transformada. Es decir, integrando la teoría y la práctica en momentos reflexivos y prácticos de un proceso dialéctico de reflexión, ilustración y lucha política.

La ciencia social crítica admite que la ciencia social es humana, social y política. Es humana en el sentido de que requiere un conocimiento activo por parte de los que intervienen en la práctica de la vida social y es social en el sentido de que influye en la práctica a través de los procesos sociales dinámicos de la comunicación y la interacción.

Tres funciones propone la ciencia social crítica en relación con lo teórico y práctico:

1. Formación y generalización de teoremas críticos capaces de soportar un discurso científico. Son teoremas proposicionales sobre el carácter y la conducta de la vida social, cuyas sentencias tienen que ser verdaderas conforme a la condición de libertad de discurso. Por ejemplo: “El aprendizaje requiere la participación activa del que aprende en la construcción y el control del lenguaje y demás actividades del aprender”.

2. Organización de procesos de ilustración: en los que los teoremas críticos serán aplicados y puestos a prueba mediante la iniciación de procesos de reflexión en el seno de la acción y reflexión sobre ellos.La organización de la ilustración es la organización de los procesos de aprendizaje del grupo: mejor dicho, es un proceso sistemático de aprendizaje dirigido a desarrollar el conocimiento acerca de las prácticas que se consideran y de las condiciones en que las mismas tienen lugar.Un aspecto clave de este proceso será que todos los presentes puedan intervenir por igual para plantear preguntas y aportar sugerencias, y disfruten de iguales oportunidades para suscitar y comprobar postulados de validez.

3. Organización de la acción o de la lucha política: exige la selección de estrategias adecuadas, la resolución de las cuestiones tácticas y la conducción de la práctica misma. Ésta es la “actuación” sobre lo que se reflexionará retrospectivamente, prospectivamente guiada por los frutos de la reflexión previa.Las decisiones deben ser prudentes, los que intervienen en la acción no deben exponerse a los riesgos innecesarios, y sí participar en base a su libre compromiso para la acción.

Teniendo en cuenta estas tres funciones puede advertirse una naturaleza constructivista en la propuesta de la teoría crítica: el conocimiento se construye de manera activa y conjunta en el seno de un grupo humano que piensa constantemente en sus propias posibilidades de desarrollo, y que se organiza de manera simétrica y democrática.

Esta teoría generó la idea de una ciencia social crítica y un enfoque de la relación entre lo teórico y lo práctico que difiere mucho de lo propuesto tanto por las ciencias sociales positivistas como por las interpretativas, puesto que “versa sobre la praxis social (el actuar o acción estratégica informados), y es una forma de ciencia social destinada a ser puesta en obra por grupos autorreflexivos preocupados por organizar su propia práctica a la luz de su autorreflexión organizada” (Carr y Kemmis, 1988, 161).

Desde el punto de vista del sujeto, la ciencia social crítica es un proceso de reflexión que exige la participación del investigador en la acción social que se estudia, o mejor dicho, que los participantes, sujetos autorreflexivos, se conviertan en investigadores.

Condiciones formales para un enfoque de la teoría educativa

Carr y Kemmis, a modo de balance realizan una síntesis sobre las condiciones formales que debe admitir cualquier enfoque sobre teoría educativa, para ser distinguido como tal.

1. Atendiendo a la crítica del positivismo, es evidente que la teoría educativa debe rechazar las nociones positivistas de racionalidad objetiva y verdad. Hay que oponerse a la idea positivista de que el conocimiento tiene un papel instrumental en la resolución de problemas educacionales.

2. Para comprender los significados que tienen las prácticas educativas, la teoría educativa debe admitir la necesidad de utilizar las categorías interpretativas de los docentes. Sin embargo, las interpretaciones de los enseñantes no es suficiente por sí sola.Una de las mayores debilidades del modelo interpretativo es la omisión de hecho de que los autoentendimientos de los individuos pueden estar configurados por creencias ilusorias en donde hallan soporte unas formas de vidas sociales irracionales y contradictorias.

3. Cualquier enfoque adecuado a la teoría interpretativa debe ser mejor que suministre medios para distinguir las interpretaciones que están ideológicamente distorsionadas de las que no lo están, y debe proporcionar una orientación acerca de cómo superar los autoentendimientos distorsionados.Otra debilidad del planteamiento “interpretativo” estriba en no darse cuenta de muchos de los fines y metas que persiguen los enseñantes, son mayormente de las limitaciones comprendidas en una estructura social sobre las que ellos ejercen influencia directa.

4. La teoría educativa debe preocuparse por identificar aquellos aspectos del orden social existentes que frustran la persecución de fines racionales, y debe poder ofrecer explicaciones teóricas mediante las cuales los enseñantes vean cómo eliminar o superar tales aspectos.

5. Es la necesidad de reconocer que la teoría educativa es práctica en el sentido de que la cuestión educacional va a quedar determinada por la manera en que se relacione con la práctica.

Por eso, la finalidad de la teoría educacional es la de informar y guiar las prácticas de los educadores, indicando qué acciones deben emprender si quieren superar sus problemas y eliminar dificultades. Debe orientarse siempre hacia la transformación de las maneras en que los enseñantes se ven a sí mismos y ven su situación.

También debe orientarse a transformar las situaciones que obstaculizan la consecución de metas educacionales.Un enfoque de la teoría y la práctica que incorpora esas cinco condiciones es la “escuela de Frankfurt”. La preocupación de esta escuela estriba en articular un enfoque de la teoría que se proponga como misión central la propuesta por Habermas, de emancipar a las personas de la “dominación del pensamiento” positivista mediante sus propios entendimientos y actos. Es el planteamiento de la teoría crítica. Frente a las cinco condiciones, Carr y Kemmis analizan las características de la teoría social crítica habermasiana.

(1) El planteamiento de la investigación educativa según la ciencia social crítica rechaza la noción positivista de racionalidad, objetividad y verdad, puesto que ve la realidad como histórica y socialmente determinada, no como algo situado por encima de la historia y de las preocupaciones de los participantes en las situaciones sociales reales.

Además, no tiene un interés técnico en resolver problemas, sino que ve la conducción de la ciencia social como una oportunidad para la emancipación de los participantes.

(2) La ciencia social crítica depende de los significados y de las interpretaciones de los participantes:las proposiciones de los teoremas críticos deben estar fundamentadas en el lenguaje y en la experiencia de una comunidad autorreflexiva,y satisfacer los criterios de autenticidad y comunicabilidad.

Por otro lado, (3) constituye una autorreflexión cuyo propósito consiste en distinguir entre aquellas ideas e interpretaciones que están distorsionadas y las que no lo están.

(4) Utiliza el método crítico para identificar y exponer aquellos aspectos del orden social que no pueden ser controlados por los participantes y que frustran el cambio racional: tanto el teorema como su organización estratégica.

Finalmente, (5) la ciencia social crítica es práctica, ya que consiste en ayudar a los prácticos para que ellos se informen a sí mismos acerca de las acciones que necesitan emprender para superar sus problemas y eliminar sus frustraciones.

 

Bibliografía

Achilli, E. L. (2004). Investigación y Formación docente. Rosario: Laborde Editor.

Carr, W. y Kemmis, S. (1988). Teoría crítica de la enseñanza. La investigación acción en la formación del profesorado. Barcelona: Martínez Roca.

Perez Gómez, Á. I. (1993). Comprender y transformar la enseñanza. Madrid: Morata.

Piottii, L. y. (2002). Análisis institucional y vínculos de convivencia escolar. El desafío de construir el "nosotros" en las instituciones educativas. Córdoba: Comunic-arte.

miércoles, 14 de agosto de 2013

BUITRES [Franz Kafka]

 

Érase un buitre que me picoteaba los pies. Ya había desgarrado los zapatos y las medias y ahora me picoteaba los pies. Siempre tiraba un picotazo, volaba en círculos inquietos alrededor y luego proseguía la obra.

Pasó un señor, nos miró un rato y me preguntó por qué toleraba yo al buitre.

—Estoy indefenso —le dije— vino y empezó a picotearme, yo le quise espantar y hasta pensé torcerle el pescuezo, pero estos animales son muy fuertes y quería saltarme a la cara. Preferí sacrificar los pies: ahora están casi hechos pedazos.

—No se deje atormentar —dijo el señor—, un tiro y el buitre se acabó.

—¿Le parece? —pregunté— ¿quiere encargarse del asunto?

—Encantado —dijo el señor—; no tengo mas que ir a casa a buscar el fusil, ¿Puede usted esperar media hora más?

—No sé —le respondí, y por un instante me quedé rígido de dolor; después añadí—: por favor, pruebe de todos modos.

—Bueno —dijo el señor—, voy a apurarme.

El buitre había escuchado tranquilamente nuestro diálogo y había dejado errar la mirada entre el señor y yo. Ahora vi que había comprendido todo: voló un poco, retrocedió para lograr el ímpetu necesario y como un atleta que arroja la jabalina encajó el pico en mi boca, profundamente. Al caer de espaldas sentí como una liberación; que en mi sangre, que colmaba todas las profundidades y que inundaba todas las riberas, el buitre irreparablemente se ahogaba.

martes, 13 de agosto de 2013

LA ABUELA [Velmiro Ayala Gaúna]

 

Para el lado del cañadón de "Los Patos" vivían los Maidanas. Cerca y lejos del pueblo a un mismo tiempo. Cerca para intervenir en sus actividades, pesar en sus pleitos y gozar de sus alegrías, y lejos, para mantener en alto sus rebeldías y desafiar, al amparo de la selva y del estero, a la autoridad o a sus enemigos.

El rancho y el campo circundante eran su feudo. Durante mucho tiempo esa comarca fue suya y en ella dictaron su ley y la impusieron a fuerza de coraje y a punta de cuchillo.

Pero ya ese tiempo había pasado. Batallas y peleas fueron diezmando a los varones que morían fieles a su código ancestral: "a lo macho, a lo Maidana". Crisanto Maidana, el abuelo, había caído con Berón de Astrada en Pago Largo. Cuando sus hijos buscaron su cuerpo, al otro día del desastre, sólo hallaron el tronco descabezado que piadosamente enterraron al pie de un espinillo.

Rito Maidana, uno de los hijos, malherido en Vences, había muerto desangrado sobre su fiel caballo con el que quiso emprender el retorno y que, cuando el dueño cayó sin vida, permaneció sin moverse junto al cadáver una larga noche; otro, Segundo Maidana, quedó destrozado por la metralla en las trincheras de Curupaity y Andrés, el menor, murió peleando por una mujer, a la salida de un baile.

Cuando los paraguayos se descolgaron desde Corrientes al mando del General Robles, una partida de tres soldados llegó una noche al rancho de los Maidanas donde sólo quedaba Ña Emeteria, la mujer de Segundo, quien había huido con otros correntinos a hostigar a los invasores desde los montes.

Al verla sola los soldados quisieron abusar de ella, pero Ña Emeteria, descolgando un facón que su marido le había dejado, se defendió tan bravamente que hirió de gravedad a uno y atemorizó de tal manera a los otros dos, que huyeron llevándose al herido, pero no sin antes prender fuego al rancho que ardió por los cuatro costados.

Ayudada por los vecinos, la mujer levantó una nueva habitación a unos trescientos metros del lugar "pa estar cerca'l estero ande se había escuendido su hombre".

Las paredes quemadas aún se veían al venir del pueblo como mudos testigos de su hazaña.

En el rancho sólo moraba Ña Emeteria, fuerte y dura, en sus casi cincuenta años y un casal de nietos, que su único hijo Santos, le había traído desde la Capital para que los criara "a lo Maidana", sin decirle jamás el nombre ni el destino de la madre. Meses después supo, por boca del comisario, que su Santos "había muerto a un hombre y a una mujer y había juído pa'l Chaco".

Ella, que estaba moliendo maíz, en el patio, escuchó impasible la noticia y siguió batiendo el grano indiferente. Rosa, la mujercita, creció garrida y diligente; era el brazo derecho de la casa y quien, con su trabajo, mantenía lo poco que quedaba de la hacienda.

Santito, en cambio, la tenía preocupada. Era bueno y la quería, pero gustaba más del ocio que del trabajo. Aborrecía el andar a caballo y las tareas varoniles. Rehuía las discusiones y hacía oídos sordos a las pullas.

A pesar de haber cumplido los dieciocho años, frecuentaba poco la pulpería, no alzaba facón y no le conocían novia.

-¡A ver si me ha salido maricón! - pensaba a veces, la vieja.

Pero, en seguida, reaccionaba:

-¡No, si es un Maidana en pinta!... Es medio blando nomás, pero ya lo ha de madurar el tiempo...

* * *

Una vela de sebo colocada sobre una botella estaba en medio de la pieza.

Sentada, junto a la mesa, Ña Emeteria liaba cigarro tras cigarro para matar el tiempo, mientras esperaba el regreso de los nietos, que habían ido a un baile en el pueblo. Santito, al principio, no había querido ir pero su hermana insistió con tanta pertinacia que, al fin, terminó por vencer su resistencia. La abuela, además, había sentenciado:

-Tenés que d'ir... Ya es hora que ésta tenga novio, sino se va a quedar pa vestir santos...

-Pero, ¡agüela!... - intentó protestar Rosa.

-¡Qué agüela ni agüela!... Si ya debés tener tu pior es nada m'hija...

-¡Y no! -terció el hermano- pa la fiesta'e Reyes andaba con el Zenón, prendido por su pollera como garrapata a la hacienda...

-Salí d'ahí con ese bruto... Si es más guaso que no se qué... -dijo la moza y entró a la pieza vecina.

Ña Emeteria recordaba la escena y sonreía cuando, de pronto la sorprendió la entrada violenta de la muchacha que gritó jadeante:

-¡Agüela... agüela!... Zenón salió'e la tapera y me quiso faltar...

-¿Y qué?

-Santito se le puso al frente y ahí quedaron peliando...

La vieja suspiró aliviada.

-¿Peliando?... ¡Al fin mi nieto demuestra ser Maidana! -Pero, súbitamente, recordó: -¿Peliando?... ¿Y con qué?... ¿Si Santos no lleva cuchillo?

Y ahí nomás, descolgando de la pared el facón del finado marido salió corriendo para llevárselo.

Iba cortando campo, tropezando y cayendo, la mano cerrada sobre el puñal.

Cerca de la tapera oyó risas y gemidos.

El miedo le puso su mano de hielo sobre el corazón.

-¡Que no le hayan muerto, pobrecito! - imploró.

-Pasó por la puerta de la derruida habitación y lo vio, arrodillado en el medio, implorante, mientras, a su lado, Zenón le acotaba misericorde con una varilla.

Al ver a la vieja el hombre detuvo su castigo.

La mujer se acercó al nieto y le ofreció el facón.

-Tomá m'hijo, ¡defendete!

Pero, Santito; abrazándose a sus rodillas; gimió:

-¡No, agüela, me va a matar!

Y se apretaba como un corderillo temeroso contra su falda.

-¡Je!... ¡Qué se va a defender si es un marica!... -se burló Zenón y escupió despectivo.

El insulto hirió a la vieja como una bofetada. El recuerdo de todos los Maidana muertos heroicamente cruzó por su memoria e imaginó cómo despreciarían a éste descendiente que no sabía hacer honor a su apellido.

Entonces, con el facón que tenía en la mano, el mismo con que había ahuyentado a los paraguayos que quisieron mancillarla, dio un fuerte golpe en la cabeza del nieto que cayó desvanecido.

Después, terrible como una de las Furias, dijo al hombre:

-¡Y aura, maula, defendete!

-¡Bah! No peleo con mujeres... - respondió Zenón y buscó la puerta.

Pero frente a la misma, con el puñal en la mano, estaba Ña Emeteria.

-¡Déjeme pasar, vieja loca!...

Pero un feroz planazo lo arrojó contra la pared. Furioso sacó su arma y entre las sombras, que apenas alumbraba una luna amarillenta, se desarrolló el duelo singular.

Ña Emeteria parecía haber rejuvenecido. Se movía diestra y ágil, y su acero iba marcando rojas líneas en la cara del ofensor.

Zenón se limitó a defenderse en un principio, pero, luego, al ver en peligro su vida, se tiró a matar.

La vieja intuyó el golpe y se hizo a un lado, recibiendo en la punta del cuchillo al hombre que, llevado por el impulso, se clavó en la hoja. De su boca escapó un chorro de sangre y cayó exánime junto al ofendido.

Ña Emeteria sacó el cuchillo del pecho y se arrodilló al lado del nieto. Ya llegaban a ella las voces de la gente que parecía venir en su ayuda. Su mano callosa buscó el corazón de Santito y, sin vacilar, hundió el facón hasta la empuñadura.

Luego lo arrancó de un golpe y lo tiró entre ambos cuerpos.

* * *

Cuando arribaron los vecinos conducidos por Rosa, hallaron a Ña Emeteria, de pie, junto a la puerta.

-¡Ahí están! -dijo- ... Muertos los dos...

-¡Muertos!... -gimió Rosa-. ¡Pobre Santito!

-¡Pobre, no!... -tronó la vieja- porque murió en su ley... "a lo macho, a lo Maidana"...

Los vecinos cargaron el cuerpo del nieto sobre un poncho y lo llevaron al rancho.

Al frente de ellos, dura y fría, marchaba la vieja.

 


Publicado en el Diario "La Prensa" de Buenos Aires, Traducido al ruso e incluido en la Antología "Cuentistas Argentinos" publicado por la Biblioteca "Literatura Extranjera", Moscú, año 1957.